Editorial

27.6.2025 5:28 PM

La relevancia del multilateralismo en tiempos de incertidumbre: El caso Israel-Irán y los desafíos al sistema internacional

Por: Gabriela Aracely Mata Sánchez

Doctora en Filosofía con orientación en Relaciones Internacionales, Negocios y Diplomacia.

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En un momento donde el sistema internacional se enfrenta a múltiples crisis simultáneas —desde conflictos armados hasta cambios geopolíticos acelerados— el multilateralismo vuelve al centro del debate como mecanismo indispensable para contener la escalada de violencia, preservar la seguridad colectiva y promover el diálogo entre actores en conflicto. La reciente escalada entre Israel e Irán, que incluyó ataques directos entre ambos Estados, marca un hito preocupante en la fragilidad del equilibrio regional en Medio Oriente y evidencia la erosión de los canales tradicionales de negociación y cooperación. Ante este panorama, el multilateralismo no solo es pertinente, sino urgente, como base estructural para mantener la estabilidad internacional.

El multilateralismo, entendido como la coordinación de políticas entre tres o más actores internacionales basada en principios, normas comunes e instituciones, ha sido durante décadas un pilar del orden global liberal posterior a 1945. A través de organismos como la ONU, la AIEA o el Consejo de Seguridad, se ha buscado gestionar conflictos, prevenir proliferación de armas nucleares y canalizar disputas interestatales por medios pacíficos. Sin embargo, en los últimos años, este andamiaje ha mostrado señales de debilitamiento, enfrentando desafíos como la creciente competencia entre potencias, el ascenso de políticas exteriores unilaterales y la deslegitimación de instituciones internacionales.

La tensión entre Israel e Irán representa una amenaza directa al principio de seguridad colectiva. En abril de 2024, el intercambio sin precedentes de ataques directos entre ambos países —incluido el uso de misiles balísticos y drones— reveló no solo la profundidad de su confrontación estratégica, sino también la limitada capacidad de los mecanismos multilaterales para contener acciones que escalan rápidamente. La inacción del Consejo de Seguridad de la ONU frente al conflicto, debido a los vetos cruzados de potencias como Estados Unidos, Rusia y China, puso de manifiesto las limitaciones estructurales del sistema multilateral actual, especialmente cuando se enfrenta a conflictos entre actores respaldados por distintas alianzas geopolíticas.

Pese a ello, el multilateralismo sigue siendo indispensable por tres razones fundamentales. En primer lugar, ofrece canales institucionalizados de diálogo. En contextos de alta tensión, como el de Israel e Irán, la existencia de foros neutrales puede facilitar la desescalada, incluso cuando las partes no tienen relaciones diplomáticas directas. La diplomacia indirecta a través de actores como Suiza, Catar o instituciones como la ONU o el OIEA ha sido clave en otros momentos de tensión nuclear.

En segundo lugar, el multilateralismo proporciona legitimidad internacional a las acciones colectivas. Las sanciones impuestas a Irán por su programa nuclear, por ejemplo, han sido más efectivas cuando han contado con el respaldo del Consejo de Seguridad, como ocurrió con la Resolución 2231 que formalizó el acuerdo nuclear de 2015 (JCPOA). Del mismo modo, las iniciativas multilaterales en materia de no proliferación siguen siendo la principal herramienta para evitar una carrera armamentista en Medio Oriente.

En tercer lugar, el multilateralismo actúa como mecanismo de equilibrio de poder en un mundo multipolar. A medida que la influencia estadounidense se ve contrarrestada por el accionar más protagónico de China, Rusia, Turquía y otros actores regionales, el diálogo multilateral puede evitar que las rivalidades se conviertan en conflictos abiertos. Esto resulta especialmente relevante en Medio Oriente, donde la fragmentación del orden regional incrementa los riesgos de enfrentamientos indirectos entre grandes potencias.

No obstante, el contexto actual exige repensar y renovar el multilateralismo. Ya no es suficiente con apelar a la arquitectura institucional de la posguerra; se requiere un multilateralismo más ágil, inclusivo y flexible. Nuevas formas como el minilateralismo (coaliciones ad hoc de actores con intereses comunes) o la diplomacia multitrack (donde participan también ONGs, ciudades, empresas y sociedad civil) pueden complementar las estructuras tradicionales. En el caso Israel-Irán, los esfuerzos de mediación de actores no estatales o potencias regionales intermedias podrían abrir canales alternativos de diálogo que las organizaciones globales formales no logran activar por restricciones políticas o procedimentales.

Además, el conflicto entre Israel e Irán tiene ramificaciones que exceden lo bilateral. Afecta los flujos energéticos globales, polariza al mundo musulmán, involucra a actores como Estados Unidos y Rusia, y puede desestabilizar países vecinos como Siria, Líbano e Irak. En este sentido, la comunidad internacional tiene la responsabilidad compartida de actuar multilateralmente para evitar una regionalización del conflicto. El silencio o la inacción no son opciones neutrales; son decisiones que agravan el deterioro del sistema internacional.

En conclusión, el multilateralismo sigue siendo el mejor marco disponible para gestionar los riesgos globales, preservar la paz y promover soluciones sostenibles. La confrontación entre Israel e Irán subraya los límites de la política de poder sin regulación y la urgencia de reforzar las instituciones que permiten canalizar el conflicto por medios pacíficos. En tiempos de incertidumbre, el multilateralismo no es una utopía: es una necesidad estratégica.