Ricardo Monreal y las tensiones en Morena por la regeneración política

Redacción
4 minutos de lectura
Foto: Especial

La postura de Claudia Sheinbaum frente a las prácticas tradicionales genera divisiones internas en el partido

Las declaraciones de Ricardo Monreal Ávila han despertado inquietudes en las filas de Morena, pese a que algunos intenten presentarlas como parte de un debate legítimo o un proceso natural de maduración del partido. La presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, propuso la eliminación de las diputaciones y senadurías plurinominales, así como medidas para frenar el acceso de familiares de políticos a cargos públicos. Estas propuestas afectan directamente al veterano legislador, quien sostiene que no solo cuestionan la estructura electoral del país, sino también las redes de poder que mantienen cohesionadas a las élites partidistas.

Este escenario, lejos de ser un simple desacuerdo, comienza a evidenciar rupturas internas en Morena. Monreal no ha expresado ideas novedosas, pero sí desde una posición incómoda. Morena llegó al poder criticando los excesos del pasado, como el amiguismo, el influyentismo y el clientelismo. Sin embargo, hoy en día, muchos dentro del partido reproducen esas mismas prácticas.

Las candidaturas plurinominales se han convertido en un refugio para lealtades políticas, y los nombramientos de parientes —esposas, hijos, hermanos, primos— son una práctica común en los gobiernos morenistas. La intención de Sheinbaum es precisamente evitar estos vicios.

Las palabras de Monreal reflejan un conflicto interno, una contradicción entre el discurso de regeneración y la realidad del poder en el partido. Lo que resulta preocupante no es únicamente la existencia de diferencias internas, sino la forma en que estas se ventilan públicamente, lo que indica que Morena ha perdido en cierta medida su brújula ideológica. La reacción frente a las propuestas de Sheinbaum ha sido variada: tibia en algunos sectores y hostil en otros, como en el caso de Monreal. Pareciera que el senador busca acusar a sus adversarios de querer dividir al partido, mientras sus propios intereses parecen estar en juego.

Existe, además, una batalla no declarada entre quienes desean mantener a Morena como una maquinaria electoral eficaz, sin cuestionar sus prácticas tradicionales, y quienes, como Sheinbaum o algunos cuadros jóvenes, insisten en que el partido no puede traicionar sus orígenes sin pagar un alto costo político y moral. La propuesta de eliminar las candidaturas plurinominales y restringir la participación de familiares en cargos públicos puede generar buena aceptación en la opinión pública, pero también puede ser utilizada como una herramienta para concentrar aún más poder en las cúpulas del partido, si no se acompaña de una reforma integral del sistema de partidos políticos.

Claudia Sheinbaum sabe que estas ideas deben formar parte de una discusión más amplia sobre el futuro del movimiento. Lo que realmente está en juego no es solo una reforma electoral o un simple cambio en los mecanismos de acceso al poder, sino la definición de si Morena aspira a ser un partido de Estado o un movimiento de transformación social. Si la promesa de regeneración solo quedó en un eslogan, lo que sigue será la decepción y el debilitamiento de su proyecto político.

En este contexto, la tensión en Morena refleja una disputa por la dirección del partido y su verdadera naturaleza. Mientras algunos buscan consolidar una estructura basada en prácticas tradicionales, otros quieren impulsar cambios que hagan del movimiento un actor más transparente y alineado con sus principios fundacionales. La pugna entre estas corrientes definirá en los próximos años el rumbo de Morena y su capacidad para mantenerse como una fuerza de cambio real en México.

Compartir este artículo