Incidente en Quintana Roo revela frágil soberanía mexicana frente a Estados Unidos

Redacción
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Foto: Especial

Pescadores de Chiquilá vivieron un enfrentamiento con un buque de guerra estadounidense, exponiendo la vulnerabilidad en la protección de las aguas mexicanas

En la costa norte de Quintana Roo, en el Golfo de México, un grupo de pescadores de Chiquilá enfrentó una situación de tensión tras ser interceptados por un buque de guerra de Estados Unidos, conocido como destructor. Este hecho puso en evidencia la fragilidad de la soberanía mexicana en sus aguas marítimas, generando alarma y debate sobre la presencia militar extranjera en zonas consideradas nacionales.

El incidente ocurrió cuando los pescadores, en plena temporada de pesca que inició en marzo pasado, fueron abordados por presuntos militares estadounidenses. La situación quedó registrada en un video que rápidamente se viralizó en redes sociales, en el que se puede escuchar a uno de los marines solicitando a los pescadores que se retiraran de la zona y se alejaran al menos a tres millas del buque de guerra, por motivos de seguridad. En la grabación también se observa a los pescadores asegurando que no estaban en zonas restringidas ni realizando actividades ilícitas.

Chiquilá es un pequeño pueblo pesquero situado a 437 kilómetros de Chetumal, la capital del estado, y frente a la Isla de Holbox, uno de los destinos turísticos más visitados de la región. La presencia del buque estadounidense en estas aguas generó sorpresa y preocupación entre los marineros locales, que en su mayoría dependían de la pesca para sostener a sus familias. A pesar de que el trato de los marines fue cordial, también fue firme, lo que causó incertidumbre entre los pescadores, quienes estaban en medio de sus labores habituales, con cordeles, carnadas y atarrayas en mano, listos para iniciar su jornada.

Los pescadores aseguraron que no estaban en zonas restringidas ni realizando actividades irregulares durante el encuentro. La embarcación de los mexicanos se encontraba en aguas nacionales, a unos 80 millas náuticas (128 kilómetros) del puerto de Chiquilá. Sin embargo, las autoridades mexicanas aclararon que las aguas internacionales, donde puede operar libremente un buque de guerra estadounidense, comienzan a 200 millas náuticas (370.4 kilómetros) de la costa, según lo establecido por la ley mexicana. La línea de las 200 millas marca el límite del mar territorial mexicano, pero Estados Unidos no reconoce estos límites, considerando sus propias leyes y acuerdos internacionales que definen sus zonas de influencia a partir de su plataforma continental.

El experto en seguridad Raúl Benítez Manaut, doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México, explicó que las potencias navales no reconocen las fronteras marítimas mexicanas y que, en la práctica, las aguas a partir de las 200 millas son consideradas internacionales. Ello significa que, aunque las autoridades mexicanas quieran actuar, no pueden hacer mucho frente a la presencia de buques militares extranjeros en esas zonas. “La mayoría de las grandes potencias navales no reconocen las 200 millas; de facto son aguas internacionales. Entonces, la Secretaría de Marina, aunque quiera, no puede hacer nada”, afirmó Benítez.

Asimismo, puntualizó que, dado que estas son aguas internacionales para Estados Unidos, dicho país no necesita dar aviso previo ni solicitar permiso para operar en ellas. La presencia de un buque de guerra estadounidense en aguas internacionales no viola la soberanía mexicana, pero sí pone en evidencia la vulnerabilidad del control que México puede ejercer en su zona marítima. La situación genera preocupación sobre la capacidad del Estado mexicano para defender sus límites y garantizar su soberanía en un contexto de creciente presencia militar extranjera en sus mares.

Este incidente refleja la fragilidad de la soberanía mexicana en el Golfo de México, un escenario que requiere mayor atención por parte de las autoridades nacionales. La presencia militar extranjera en zonas cercanas a territorio mexicano, incluso en aguas internacionales, revela las limitaciones jurídicas y operativas que enfrenta la Armada de México para controlar su zona marítima. La situación también plantea la necesidad de fortalecer la política de protección de las aguas nacionales y establecer mecanismos efectivos para responder a estas incursiones que, aunque en aguas internacionales, afectan la percepción de control soberano en la región.

El caso de Chiquilá se suma a otros incidentes similares en diferentes regiones del país, donde la presencia de buques militares extranjeros ha sido motivo de preocupación. La respuesta de las autoridades mexicanas, en particular de la Secretaría de Marina, ha sido hasta ahora limitada a negar la legalidad de la grabación y asegurar que no tienen reporte alguno sobre la presencia del buque estadounidense. Sin embargo, la evidencia visual y los testimonios de los pescadores indican que la situación ocurrió en condiciones de tensión que no deben ser subestimadas.

El incidente pone en evidencia la necesidad de una revisión de las capacidades y estrategias de protección marítima de México, así como de una mayor coordinación para enfrentar la presencia de fuerzas extranjeras en sus aguas. La soberanía nacional, en un contexto de creciente militarización en la región, requiere protección activa y una política clara para responder a estos desafíos. La comunidad local de Chiquilá y las autoridades mexicanas deberán buscar soluciones que refuercen la seguridad y la integridad territorial en el Golfo de México.

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