Seguridad en Puebla: percepción y realidad oculta

Redacción
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Foto: Especial

La complejidad del entramado de la seguridad pública en Puebla, entre percepciones y hechos clandestinos

La seguridad pública en Puebla constituye un entramado complejo que involucra percepciones, realidades ocultas y dinámicas de poder. En esta entidad, donde la convivencia y el desarrollo son pilares fundamentales, es crucial desentrañar esta red para quienes trazan el rumbo del estado y para quienes analizan el pulso social. La comprensión de estos aspectos es esencial para diseñar políticas efectivas y fortalecer la confianza ciudadana en las instituciones encargadas de garantizar la seguridad.

Las cifras proporcionadas por la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) del INEGI representan el reflejo más evidente de cómo perciben los habitantes la inseguridad en Puebla. Estos datos, que se publican de manera trimestral, ofrecen una visión sobre cómo se sienten los ciudadanos respecto a su entorno. Aunque estas cifras son oficiales, no siempre constituyen la fotografía completa del problema ni de sus raíces profundas. La percepción de inseguridad impacta directamente en la estabilidad social y puede influir en las decisiones de inversión económica en la región.

Sin embargo, también sirven como una guía para las autoridades, que buscan mejorar la situación y responder a las inquietudes ciudadanas. En este contexto, el alcalde Pepe Chedraui se comprometió a mejorar esta percepción de inseguridad y afirmó que la incidencia delictiva en Puebla es la menor en los últimos cinco años, una declaración que busca tranquilizar a la población y consolidar su confianza en las políticas implementadas.

Por otro lado, una realidad oculta y mucho más inquietante se hizo evidente con el reciente hallazgo en Oasis, Valsequillo. En ese predio, aproximadamente medio centenar de unidades de vehículos presuntamente robados estaban almacenadas, en apariencia sin ser detectadas por las autoridades o la comunidad. Este descubrimiento pone en evidencia la sofisticación y la impunidad con la que operan ciertas redes delictivas en la región. La presencia de cincuenta vehículos en un solo lugar, que pasaron desapercibidos por un tiempo, obliga a cuestionar la capacidad de estas organizaciones para mimetizarse con el entorno y evadir los controles.

La existencia de estas unidades revela que los criminales no solo llevan a cabo actividades ilícitas, sino que además se esconden eficazmente, manteniendo una operación clandestina que desafía las capacidades de las autoridades locales.

Una dimensión aún más alarmante se manifestó en un operativo llevado a cabo en Ajalpan, donde las autoridades retiraron una veintena de cámaras de videovigilancia parásitas. Estas cámaras no tenían uso oficial y se presume que estaban siendo utilizadas por grupos delictivos para monitorear a las fuerzas policiales y a la ciudadanía. Lo preocupante es que esta situación no es un caso aislado; en otras ciudades como Tehuacán y en la capital poblana también se han documentado casos similares. Esto indica que los delitos ya no se limitan a la delincuencia común, sino que han evolucionado hacia un ejercicio de contrainteligencia sofisticado.

Los criminales, con estas cámaras clandestinas, observan, planifican y se adaptan, utilizando la infraestructura propia o instalando equipos específicos para sus fines. Este fenómeno evidencia que la seguridad en Puebla enfrenta una serie de desafíos que requieren una respuesta integral y coordinada.

Desde mi perspectiva, es fundamental que las autoridades y la ciudadanía permanezcan alertas y denuncien cualquier actividad sospechosa, por mínima que parezca. El silencio y la indiferencia contribuyen a mantener la impunidad y favorecen la expansión de estas redes delictivas. La información que aporta la ciudadanía es una herramienta poderosa para combatir la delincuencia y fortalecer la seguridad. Por ello, no debemos ser cómplices del silencio, ya que cada denuncia y cada dato puede marcar la diferencia en la lucha contra la inseguridad en Puebla.

La colaboración entre autoridades y población es la clave para construir una región más segura y confiable para todos.

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