La dualidad del símbolo y el diábolo en la historia humana

Redacción
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Foto: Especial

Reflexiones sobre la capacidad de unión y destrucción en la condición humana

En la antigua Grecia, los términos “símbolo” y “diábolo” tenían significados contrapuestos: el símbolo representaba aquello que permitía la unión entre las personas, mientras que el diábolo simbolizaba lo que generaba separación. Con el paso del tiempo, estos conceptos fueron reinterpretados y resignificados por el cristianismo, perdiendo su sentido original en el proceso. Lo que hace que estos conceptos sean particularmente relevantes es que reflejan las dos actitudes más disímiles, pero ambas posibles, del ser humano: la capacidad de unirse solidariamente con otros y la de dividir, fragmentar, separar y violentar a los demás. Estas son las dos potencialidades humanas en su máxima expresión.

Ayer, la noticia que nos despertó fue la de un alto al fuego en Gaza, diseñado para facilitar la entrada de una larga fila de camiones con ayuda humanitaria, con el objetivo de evitar que la población siga muriendo de hambre en medio del conflicto. Mientras algunos matan, otros luchan por juntar literalmente las partes de los sobrevivientes y devolverles la vida, como lo hacen Médicos sin Fronteras y muchas otras organizaciones que actualmente operan en Gaza en medio de esa crisis. La escena revela la lucha constante entre la destrucción y la recuperación, entre el dolor y la esperanza que caracteriza a la condición humana en tiempos de guerra.

Por eso, Heidegger afirmaba que somos deinónatos: el dinosaurio más terrible, o mejor dicho, el Dinohumano más terrible. Tenemos la capacidad de acoger la vida de un perro callejero y brindarle refugio, o de acabar con su existencia con violencia. Podemos ayudar a alguien que padece hambre o simplemente pasar de largo, ignorándolo. La opción de unirnos con el sufrimiento ajeno y tratar de aliviarlo, o de provocar más dolor, demuestra lo terrible que somos o, en su defecto, lo terrible que podemos llegar a ser.

La humanidad, en su esencia, es una mezcla de esas dos potencialidades, y esa dualidad es lo que nos hace ser deinótatos.

Existen quienes creen en la posibilidad de una era de la empatía, en la que los seres humanos puedan conectarse con el resto de los seres vivos y respetar la vida, resguardándola y protegiéndola con solidaridad. Sin embargo, en el mundo en que vivimos, esa edad de la empatía parece más una utopía que una realidad concreta. A pesar de ello, las utopías, por muy alejadas e inalcanzables que parezcan, sirven como faros que nos orientan hacia un camino de mejora y conciencia. Nos muestran hacia dónde debemos dirigir nuestros esfuerzos y qué valores debemos cultivar para avanzar hacia esa visión.

La esperanza reside en la capacidad de empatizar, en la unión que el símbolo puede representar, y en la conciencia de que, a pesar de nuestras tendencias destructivas, podemos elegir el camino de la solidaridad y la compasión. La dualidad del símbolo y el diábolo refleja esa lucha interna en todos los seres humanos: la opción de construir o destruir, de unir o dividir. La clave está en que la humanidad pueda decidir qué camino recorrer y en qué dirección orientar su fuerza y sus acciones.

En definitiva, los conceptos de símbolo y diábolo nos invitan a reflexionar sobre nuestra naturaleza y nuestras potencialidades. La historia y la actualidad nos muestran que somos capaces tanto de generar caos como de sembrar esperanza. La verdadera misión es escoger conscientemente el lado que queremos potenciar, fomentando la empatía y el respeto, para que podamos avanzar hacia un mundo donde la unión prevalezca sobre la división. La esperanza está en la empatía, en la unión, en el símbolo que nos une y que, si logramos reforzar, puede guiarnos hacia un futuro más solidario y humano.

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