La creciente presencia de pintas no autorizadas en el Centro Histórico genera debate sobre su valor artístico y el cuidado patrimonial
En los últimos meses, las fachadas del Centro Histórico de Morelia han sido escenario de un incremento notable en intervenciones no autorizadas. Edificaciones de cantera rosa, esculturas y muros con valor patrimonial han sido afectados por símbolos, frases y firmas rápidas. Esta situación ha generado preocupación entre las autoridades y los residentes, ya que la restauración de estos inmuebles puede resultar sumamente costosa y compleja.
Durante el primer semestre de 2025, se reportaron daños en más de 30 puntos del primer cuadro de la ciudad. La dificultad para remover la pintura en materiales como la cantera rosa requiere técnicas especiales que, además de ser laboriosas, deben garantizar la protección de los elementos históricos. En muchos casos, la intervención en estos inmuebles ha implicado meses de trabajo y gastos elevados, lo que refleja la gravedad del problema.
Frente a este escenario, resulta fundamental distinguir entre las distintas manifestaciones visuales en el espacio público. El grafiti vandálico se caracteriza por ser una intervención no autorizada, realizada de forma rápida, con fines personales o simbólicos, como firmas o tags. En contraste, el arte mural es una expresión que cuenta con planeación, intención estética y, en muchos casos, el consentimiento de los propietarios o responsables del sitio intervenido.
La diferencia entre uno y otro no sólo radica en la técnica o en la calidad visual, sino en el marco ético y legal que respalda cada acción. Mientras que el grafiti sin permiso, especialmente cuando afecta monumentos o edificios históricos, se clasifica como daño al patrimonio cultural, el arte mural busca integrarse de manera respetuosa y consensuada con el entorno urbano.
El daño causado por grafiti no autorizado en monumentos del Centro Histórico puede retrasar o complicar su restauración, que en inmuebles protegidos puede tomar semanas o incluso meses. La delicadeza en estos casos exige procedimientos especializados para evitar que la intervención cause daños mayores y preserve las características originales de los inmuebles.
Para canalizar la creatividad urbana, se han habilitado espacios donde los artistas pueden expresarse con libertad y respeto. Muros de uso común, bardas públicas y recintos culturales están siendo transformados con murales que transmiten mensajes sociales, propuestas estéticas o diseños colaborativos. Estas intervenciones buscan dialogar con el entorno y promover una cultura artística que respete el patrimonio.
En las calles de Morelia, esta tensión entre la expresión artística y la conservación patrimonial es constante. Los trazos que aparecen de noche y los muros que se llenan de color durante el día reflejan la dualidad de una ciudad que busca equilibrar su historia con la vitalidad del arte urbano. La permanencia de estas intervenciones no solo depende de la técnica o del color, sino también del respeto por el espacio común que todos compartimos.