La reciente revelación del estancamiento en el crecimiento del padrón de militantes del Partido Acción Nacional (PAN) refleja una situación crítica que trasciende las cifras y pone en evidencia una crisis más profunda dentro de esta fuerza política. A pesar de un incremento en el número de afiliados, el PAN sigue siendo el partido con menor número de asociados en comparación con otras fuerzas políticas de menor envergadura histórica, como Movimiento Ciudadano, el Partido del Trabajo y el Partido Verde Ecologista de México.
Esta situación es sintomática de un problema estructural dentro del PAN, que enfrenta no solo un déficit numérico, sino también una crisis de identidad y liderazgo. Las elecciones del pasado 2 de junio dejaron al descubierto la debilidad operativa y estratégica del partido, que a pesar de disputar gubernaturas en coalición con el PRI y el PRD, no logró victorias significativas en estados clave como el Estado de México, Veracruz y Puebla. Estos estados, paradójicamente, son los que aportan el mayor número de militantes al padrón panista.
El proceso de renovación interna que enfrenta el PAN, con la instalación de la Comisión Nacional de Elección del Comité Ejecutivo Nacional (Conecen), es un momento decisivo para el futuro del partido. La posibilidad de que el próximo liderazgo se defina a través del Consejo Nacional o mediante una votación directa de la militancia es una encrucijada que podría marcar el rumbo del PAN en los próximos años. Los aspirantes críticos a la actual dirigencia, como Adriana Dávila y Damián Zepeda, pugnan por una elección democrática que refleje el verdadero sentir de las bases, en contraposición a una decisión cupular que podría perpetuar las mismas dinámicas que han llevado al partido a su situación actual.
La falta de consenso entre los comités estatales sobre el método de elección del nuevo liderazgo es indicativa de la fragmentación interna y de la falta de dirección clara. Si bien el partido ha instalado un equipo operativo para preparar el proceso, la incertidumbre sobre el método a utilizar refleja una falta de cohesión que podría traducirse en más divisiones y en una debilitación aún mayor del PAN.
Para que el PAN pueda realmente salir fortalecido de este proceso, es imprescindible que su renovación interna no sea vista como una simple formalidad burocrática, sino como una oportunidad para repensar su rol en el escenario político nacional. La decisión sobre el método de elección del nuevo liderazgo no solo definirá quién estará al frente del partido, sino también si el PAN podrá reencontrar su identidad, revitalizar sus bases y recuperar su relevancia en la política mexicana.
En última instancia, el verdadero reto del PAN no reside únicamente en aumentar su padrón de militantes, sino en regenerar su proyecto político, reconectar con la ciudadanía y ofrecer una alternativa clara y convincente en un panorama político cada vez más dominado por el oficialismo. El proceso de renovación interna podría ser el primer paso hacia esta transformación, pero solo si se lleva a cabo con visión, transparencia y un compromiso genuino con la democracia interna.