“02/06/24: (…) estuve comiendo mierda los últimos 18 años”.
Esa era la frase final escrita en una libreta que encontré junto a un bote de basura. Mi libretita con portada de delfín ya se estaba acabando y fue muy tentadora la idea de poner en práctica el viejo y barato método de recoger una de la calle. La hojeo de atrás para adelante. Leo la frase y en un instante me asaltaron las dudas: ¿cómo había llegado esta persona a comer mierda durante casi dos décadas?, ¿la condimentaba o así sola?
Puede parecer obvio, pero resultó que no hablaba literalmente, era una metáfora. Que decepción. La mierda metafórica a la que se refería particularmente era la que algunos mercenarios de la opinión publicada nos estuvieron embarrando por lo menos cada seis años desde el 2006.
Y es que justamente pareciera que se hizo costumbre que en cada temporada de campañas electorales presidenciales se desempolvaba la narrativa ya muy conocida por la opinión pública mexicana donde se nos juraba y perjuraba que si cierto candidato ganaba la presidencia, la dictadura estaba asegurada, y no una porfirista como la que añoran los panistas, sino una comunista, donde se les va a expropiar sus deudas con el banco, su ropa interior y sus cepillos de dientes. Ahora, a 18 años de aquello y al final del sexenio del presunto dictador, pues, como que ya chole con eso, ¿no? Hasta el propio artífice de aquella campaña cuyo eslogan rezaba “AMLO es un peligro para México” dijo que siempre ya no hay ningún peligro.
Pero el daño ya está hecho. Y la narrativa increíblemente persiste y sigue encontrando público. No hace falta más que ir a alguna de las movilizaciones de la Derecha o entablar conversación con un militante del PAN para darse cuenta de las secuelas que dejó en la sociedad mexicana, o por lo menos en parte de ella. Lo que no deja de sorprender es que la estuvieron esperando, e incluso ahora la siguen esperando.
Está cabrón el impacto del periodismo irresponsable, de los medios de comunicación, de las mentiras y los engaños repetidos cien veces.
Y justo a esta misma idea llegó el ex-comemierda que abandonó su diario a lado de un bote de basura. Le tomó cerca de 18 años. Cada quien a su ritmo, nunca es tarde para cambiar, dicen. Se dio cuenta, según se lee en su manuscrito, de que ya no estamos en los tiempos de la hegemonía de Televisa donde uno se tragaba lo que le ponían en el plato. Ahora hay para elegir de donde servirse. Ya será únicamente cuestión del criterio-olfato de cada uno para averiguar qué es lo que huele a deshechos, qué consumir y qué no. Ahora sí, el que come mierda, come mierda porque quiere.