La importancia de mantener la esencia y el propósito en el crecimiento empresarial
En el contexto de las empresas familiares, es común observar una tendencia en la que muchos líderes persiguen metas que, en ocasiones, no responden a sus verdaderas necesidades o valores. Muchas veces, la búsqueda de crecimiento se transforma en una carrera sin un propósito definido, lo cual puede alejar a los empresarios de sus raíces y de lo que realmente valoran. Como resultado, el avance económico no siempre representa un progreso genuino, sino una ilusión que puede acarrear vacíos personales y profesionales.
No todo crecimiento empresarial implica un avance en la calidad de vida o en el cumplimiento de los objetivos iniciales. La ambición, si no está alineada con un propósito claro, puede convertirse en una fuerza que lleva a la empresa a un rumbo equivocado. En muchas ocasiones, el verdadero reto no es simplemente llegar más lejos, sino recordar por qué se inició la negocio y si esa motivación sigue vigente. La reflexión sobre la finalidad original ayuda a mantener la coherencia y la autenticidad en la gestión empresarial.
Desde mi experiencia acompañando a líderes de empresas familiares, he identificado una constante: existen quienes se sienten atrapados entre lo que creen que deben ser y lo que realmente desean ser. La presión por crecer, innovar y competir puede llevarlos a perder de vista su misión inicial. Sin embargo, rara vez se detienen a cuestionarse: ¿para qué estamos haciendo esto? La respuesta a esa interrogante resulta fundamental para definir un camino con sentido y sostenibilidad a largo plazo.
Una historia sencilla, pero con gran poder de confrontación, ilustra esta reflexión. Se trata de la fábula del pescador y el empresario, que revela dos formas distintas de entender la vida y el liderazgo. En ella, un empresario exitoso se encuentra en un pequeño pueblo costero y observa a un pescador regresar con unos pocos peces. La interacción revela una diferencia profunda en las prioridades: mientras el empresario ve en la pesca una oportunidad para expandirse y acumular riqueza, el pescador disfruta del presente, de su familia, la música y la amistad.
El empresario le propone al pescador que si captura más peces, puede vender el excedente, comprar un barco más grande y expandirse internacionalmente. Pero el pescador, con sencillez, responde que ya tiene suficiente para alimentar a su familia y disfrutar de sus pasatiempos favoritos. La moraleja es clara: hay dos caminos en la gestión empresarial. Uno, orientado a la expansión sin límites, y otro, centrado en vivir con intención y valorar el presente.
En las empresas familiares, estos perfiles se reflejan en dos tipos de líderes: los “empresarios” y los “pescadores”. Los primeros son visionarios que sueñan en grande, construyen, arriesgan y dejan un legado. Sin embargo, si no equilibran esa visión con su vida personal, pueden terminar con una empresa exitosa pero una existencia vacía. Los segundos priorizan el bienestar presente, la conexión familiar y la salud, pero si se quedan demasiado en esa zona de confort, corren el riesgo de estancar su negocio o perder relevancia.
El reto consiste en reconocer cuándo adoptar una u otra postura, dependiendo del momento y los objetivos. La pregunta clave es: ¿Para qué fue fundada tu empresa? En su origen, suele haber un sueño que trasciende las cifras: libertad, unión, propósito o legado. Con el paso del tiempo, esas motivaciones pueden diluirse entre reuniones, indicadores y presiones externas.
Por ello, es fundamental recordar esa esencia y mantenerse fiel a ella para que el crecimiento tenga sentido.
El verdadero éxito no reside únicamente en sostener el negocio, sino en mantener vivo el espíritu que lo originó. La ambición desmedida puede llevar a escalar montañas que, en realidad, no llevan a ninguna parte significativa. En cambio, quienes logran crecer con sentido y viven con intención dejan un legado que trasciende las cifras: paz interior, amor y un impacto genuino en su entorno.
El equilibrio, en definitiva, es el legado más valioso que puede dejar un líder empresarial. No se trata de romantizar la pasividad ni de promover una ambición desmedida, sino de encontrar un punto medio donde el crecimiento tenga propósito y la vida sea plena. Solo así, las empresas familiares pueden prosperar sin perder su alma y construir un legado duradero que trascienda las generaciones.