La doble moral y su impacto en la sociedad mexicana

Redacción
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Análisis profundo sobre el fenómeno social de la incoherencia ética y su influencia en la confianza y la justicia

La doble moral, considerada por muchos como una simple falta de carácter individual, en realidad representa un fenómeno social de profundas raíces. Este mecanismo de poder y manifestación de hipocresía colectiva afecta los cimientos de la confianza, la justicia y la coherencia ética en cualquier sociedad. La práctica de aplicar diferentes varas de medir, según la conveniencia, revela una estructura que va más allá de los errores ocasionales. Es un sistema que evidencia las fracturas entre los valores declarados y los valores efectivamente practicados, perpetuando la desigualdad y socavando las aspiraciones de equidad social.

Este fenómeno es ampliamente observable tanto en la vida cotidiana como en diversos contextos sociales, culturales y políticos. La doble moral se define como la aplicación desigual de principios o normas, permitiendo justificar comportamientos en ciertos grupos o individuos mientras se condenan los mismos en otros. Surge, en gran medida, de la tendencia humana a justificar y racionalizar sus acciones, lo que en términos psicológicos se vincula a sesgos cognitivos como la disonancia cognitiva y el sesgo de confirmación. Estas distorsiones facilitan que las personas perciban sus propias acciones bajo una luz favorable, minimizando la incoherencia entre sus palabras y hechos.

Históricamente, la doble moral ha sido una constante en las sociedades humanas, desde las antiguas civilizaciones hasta las democracias modernas. Las reglas y principios se aplican de manera desigual en función del género, la clase social, la etnia o la ideología política. En su esencia, la doble moral consiste en mantener públicamente un conjunto de principios, mientras que en la práctica privada o en beneficio propio, se actúa en contra de ellos. La brecha entre la moral proclamada y la moral aplicada no es casual ni inocente; responde a intereses de conservación del poder y privilegios.

El principal motor de la doble moral es la preservación del poder y los privilegios. Los grupos dominantes, ya sean económicos, sociales, raciales o de género, establecen reglas estrictas para los demás, pero se otorgan a sí mismos permisos, justificaciones o impunidad. Ejemplos claros son las normas rigurosas sobre moralidad sexual para las mujeres que, en contraste, muestran permisividad hacia los hombres o la austeridad exigida a la población frente a la opulencia de las élites. La doble moral funciona como un muro que protege el statu quo y los beneficios adquiridos por quienes detentan el poder.

Otra causa relevante es la tendencia humana a racionalizar y autoengañarse. Los individuos, mediante sesgos cognitivos, justifican sus acciones para reducir la disonancia entre sus creencias y comportamientos. Buscar información que confirme sus decisiones o minimizar las contradicciones les permite mantener una imagen favorable de sí mismos. Además, la presión social y la identidad grupal refuerzan estas conductas.

Dentro de grupos políticos, religiosos o nacionales, la lealtad se antepone a la coherencia ética, criticando con dureza los errores de los adversarios y justificando los propios.

La conveniencia y los intereses personales también juegan un papel determinante en la perpetuación de la doble moral. Muchas veces, los principios se adaptan a las circunstancias para obtener beneficios, evitar castigos o mantener una buena imagen pública, sin un compromiso genuino con los valores proclamados. La doble moral, en sus formas más burdas, revela una falta de integridad que afecta la percepción social de justicia y equidad.

El impacto de la doble moral en la sociedad mexicana y mundial es profundo y dañino. Una de sus consecuencias más evidentes es la ampliación de las fracturas sociales. La desconfianza en las instituciones y en quienes las representan erosiona la cohesión social y fomenta divisiones. Cuando las personas detectan hipocresía en quienes dictan las reglas, pierden la fe en la justicia y en la igualdad, lo que paraliza la cooperación y genera cinismo colectivo.

Asimismo, la doble moral fomenta la impunidad, un problema que aqueja a México desde hace décadas. La percepción de que las leyes y las normas no se aplican de manera equitativa deslegitima las instituciones y refuerza la sensación de injusticia. La relación entre las acciones y las palabras se vuelve incoherente, alimentando una desconfianza que dificulta el avance social y democrático. La incoherencia en la aplicación de la ley y la ética convierte a estas en instrumentos flexibles, al servicio del poder en lugar de pilares de justicia.

La existencia de una doble moral generalizada es, en última instancia, una forma de injusticia. Negar la igualdad ante la ley y aplicar criterios diferentes según los intereses favorece a unos en detrimento de otros. La doble moral consolida privilegios, castiga de manera desproporcionada y socava los principios básicos de justicia y equidad. Reconocer y enfrentar esta realidad es fundamental para fortalecer la confianza social y avanzar hacia una sociedad más justa y coherente.

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