Finalmente llegó el día tan ansiado y esperado por militantes y políticos de la oposición por igual se rompió el hermetismo se trazó la hora de la ruta.
Se presentó el proyecto. En un evento masivo, festivo, de gala, con ambiente alegre y jovial, y con la presencia de los cuadros más prominentes del PRI, PAN y PRD, así como representantes de la “sociedad civil” la Alianza Va por México formalizó y anunció el mecanismo para la designación de su candidato o candidata presidencial de cara a los comicios federales de México en 2024. Buena noticia para un bloque opositor ávido de victorias, llevando a cuestas la debacle electoral de 2018, y la paulatina pérdida en representación territorial ante la imparable maquinaria electoral y política que se ha convertido Morena y sus aliados en los últimos cinco años. Con la herida de la pérdida del bastión priísta más importante del país -Estado de México- aún muy fresca.
A grandes rasgos, la elección del candidato se resolverá a través de un proceso mixto, en el que se incluirán debates, una encuesta, y una elección interna primaria organizada por el INE. Este modelo de designación de la candidatura contrasta .y seguramente esa fue la intención- enormemente con aquella propuesta por Morena, el PT y el Partido Verde, con las “corcholatas”. El proceso de selección de la Alianza Va por México cuenta con un ingrediente extra: a diferencia del de Morena, enclaustrado en sus estructuras partidistas e ideológicas, con un proceso sectario y de espaldas a la sociedad civil, aferrado a las “corcholatas” únicamente validadas tras la previa aprobación y autorización de López Obrador, el proceso de la Alianza no estará limitado a militantes de los tres partidos. Cualquier ciudadano puede participar.
El diseño de la convocatoria de la oposición refleja, de forma contundente el delicado momento histórico del PAN y PRI, descrédito popular, falta de confianza del electorado, y la imperiosa necesidad de reconectar con sus principales bastiones, desde hace un lustro coptados por la avalancha de Morena y López Obrador. La coyuntura actual, y un electorado que los ha castigado de forma inmisericorde, ha obligado al PRI y al PAN, rivales acérrimos tradicionalmente, a realizar una movida política sin precedentes en su historia: abrir el proceso de la designación de su candidato a la ciudadanía y a la sociedad civil. Conferilre a la ciudadanía la potestad de participar e involucrarse de forma activa en el diseño de un proyecto de nación. Es una oportunidad histórica, surgida más de la necesidad de reivindicación y reconexión con la ciudadanía que de la plena convicción. Pero no deja de ser histórica.
El evento estuvo engalanado por los rostros más “visibles” de una oposición actualmente descafeinada, desdibujada y sin perfiles atractivos, Una generación de políticos con una amplia trayectoria, como Santiago Creel y Enrique de la Madrid, pero sin un componente imprescindible para una candidatura competitiva: arraigo popular. Un rostro mediático, controversial, polarizante, desinhibido, el de Lilly Téllez, marca otro posible camino. Sea cual sea el “elegido” hay algo incontrovertible sobre la mesa: si la alianza fracasa no será por falta de representatividad, sino por falta de recursos, económicos, técnicos e ideológicos, para impulsar un proyecto ante la maquinaria propagandística mejor aceitada y adinerada del país: Morena y la 4T,
El trabajo político no se ha hecho: la oposición se agazapó durante meses, mientras Sheinbaum y compañía recorren el país, dilapidando recursos públicos, violando la ley electoral, y promoviendo su narrativa.. Los “precandidatos” de “Juntos Hacemos Historia” llevan meses y cientos de kilómetros recorridos de ventaja. Remontar esa diferencia no será tarea sencilla. La Alianza cuenta con una oportunidad inmejorable: conectar con un amplio sector de la ciudadanía, desencantado con la desangelada “transformación” de López Obrador. Asfixiado por la crisis y la pandemia, harto de la inseguridad y la impunidad rampante en el gobierno de AMLO. La alianza y aquel candidato que emane de su proceso, tendrá la responsabilidad de canalizar el descontento popular contra López Obrador, y transformarlo en apoyo, respaldo, y confianza en un proyecto ciudadano, abierto y plural.
Lo alentador del anuncio no es solamente una lección de política y participación ciudadana al viejo PRI y al viejo PAN; sino un proceso de depuración e introspección. Es también a todas luces, una crítica vedada a un régimen -el de AMLO- que prometió dejar atrás las prácticas más nocivas y rancias del príismo del siglo XX, y que campantemente las reproduce en un evento tan trascendental como la sucesión presidencial. La Alianza ha decidido dar un golpe de timón. El legado valioso de esta candidatura puede ser, que en un futuro la edificación de proyectos ciudadanos a la silla presidencial no provengan de coyunturas de emergencia político-electorales. Que se arraiguen y se hagan norma. El peligro es: si no se consigue transformar dicha intención en una candidatura competitiva y potencialmente ganadora, el electorado mexicano puede volver a elegir un remedio que ya quedó demostrado, resulto peor que la enfermedad que le aqueja; la 4T.