Lo acontecido en la carretera México-Pachuca es algo profundamente lamentable, pues la pasión de un padre se expresa de una manera que nadie desearía escuchar: gritando de dolor por el asesinato de su hijo.
Estos sucesos ocurrieron el 28 de junio. En un retén de policía, unas personas comenzaron a cargar lo que parecía mercancía en su vehículo. El padre le pidió a su hijo que empezara a grabar, y el joven solo respondió con un «sí», las últimas palabras que pronunció.
Comenzaron a grabar, y cuando los vehículos se emparejaron, el joven continuó grabando. El padre de familia intentó rebasar a los criminales, pero lo que sucedió a continuación fue una de las aberraciones de la violencia armada.
El vehículo, un Jetta negro con ventanas polarizadas, alcanzó a la familia. Sin titubear, detonaron un arma. Desde la perspectiva del video, no se logra determinar en qué parte del joven impactó el disparo.
Aún así, considerando la desesperada reacción del padre y la falta de respuesta de su hijo, solo se puede asumir que fue un disparo en la cabeza. El rostro del joven quedó desfigurado por la detonación.
La parte más impactante de todo el incidente son las lamentaciones del padre, quien, entre balbuceos de desesperación, menciona palabras como «papá», «Gonzalo», «mamá» y «casa».
Las frases que más me impactaron fueron: «Hijo, nos dispararon», «Avísale a tu mamá» y «Córrele a la casa».
El padre, en todo momento, se encontraba en total desesperación, gritando a su hijo, pero este ya no respondía.
Esto me deja personalmente muy reflexivo. Ahí se encuentra el gran amor que el padre tenía por su hijo, pero también me recuerda una frase que me decía mi difunto padre: «No hay que meternos en esas cosas». Es brutal que la persona que dio la orden que concluyó en la muerte de ese joven fuera su propio padre y que las últimas palabras que el joven le entregó a su padre fueran «sí».
Siento que los criminales no llegan a conocer o a comprender la brutalidad de lo que representa una detonación de arma. Para ellos, solo fue un individuo que los estaba grabando y tenían que eliminar o, al menos, asustar. Pero ese individuo era el hijo, y el que estaba conduciendo era el padre. Mataron a ese joven enfrente de su padre.
Lo único que deben esperar esos criminales es la cárcel con cadena perpetua, ya que la pena de muerte no es legal en México por los tratados internacionales que rigen nuestro poder judicial y nuestro sistema penal.
Quiero que este caso lo reflexionen todos los padres de familia y que vean a sus hijos con amor, porque la vida, siendo tan frágil, puede llegar a ser brutal. No vaya a ser que esas demostraciones de amor que se guardaron queden para el cadáver de sus hijos. Sin nada más que agregar, se retira tristemente un Camaleón.