La guerra ha transformado la rutina diaria de los civiles, quienes enfrentan bombardeos, desplazamientos y secuestros en un conflicto que no cesa
Desde el 24 de febrero de 2022, la vida de los ucranianos cambió radicalmente tras la invasión de Rusia. Actividades cotidianas, como pasear, realizar compras o salir de vacaciones, se han visto canceladas o limitadas a condiciones extremas. La amenaza constante de alarmas, drones y bombardeos obliga a la población a adaptarse a una realidad marcada por la incertidumbre y el miedo.
Anna Trushova, productora de medios, defensora de derechos humanos y especialista en Comunicaciones, relató a este medio que al inicio de la guerra su vida parecía estar en pausa. Sin embargo, los ataques cada vez más crueles de Rusia han ido modificando esa percepción. Hoy en día, su principal motivación es sentirse útil para su país, participando en el Centro para las Libertades Civiles, en el área de la Comunicación.
Trushova, quien es esposa de un militar y madre de dos niños de cuatro y seis años, enfatizó que su misión social se centra en su trabajo en esa organización. Sin embargo, su prioridad como madre es garantizar que sus hijos no tengan la sensación de una infancia perdida, a pesar de las dificultades y peligros que enfrentan día con día.
Desde Kyiv, la activista compartió una reflexión que ilustra la realidad de muchas madres e hijos en Ucrania: “Mi casa es una maleta”. Esta metáfora refleja la constante incertidumbre y desplazamiento que enfrentan quienes, como ella, han tenido que abandonar sus hogares en busca de seguridad.
Anna Trushova describió la devastación causada por los drones Shahed, capaces de arrasar un edificio entero con un solo impacto. En un ataque reciente contra Kyiv, se lanzaron 80 drones en una sola jornada, demostrando la magnitud de la amenaza y la intensidad del conflicto en la capital ucraniana.
Narró el último bombardeo que sufrió junto a su familia, ocurrido el 4 de julio, antes de abandonar Kyiv hacia la parte occidental del país. Estaban en el barrio Solomianskyi cuando sonó la alerta. Pensaron inicialmente que la amenaza sería menor y que podrían refugiarse en el baño, pero pronto se dieron cuenta de que la situación era mucho más grave.
A través de un canal de Telegram, vieron que la mayoría de los drones dirigían sus ataques hacia su barrio. La noche fue una escena de caos, con enjambres de cinco drones que atacaban en conjunto, como avispas. En ese momento, su esposo estaba de vacaciones, y él cargó a su hija mientras ella sostenía a su hijo, decidiendo correr bajo la lluvia de explosiones.
En el refugio cercano a su hogar, donde también había heridos y personas en pánico, la situación se tornó aún más dramática. Un dron cayó a solo 40 metros del lugar, en un colegio donde se refugiaban. La sensación de haber perdido su vivienda se hizo presente, al igual que la desesperación que provoca la cercanía de la guerra.
La noche siguiente, decidieron trasladarse a una zona más segura en la región de Ucrania Occidental, comprando boletos con escala en Lviv. Sin embargo, esa noche enfrentaron otro ataque masivo en esa ciudad, considerada una de las más seguras en el país.
El ataque en Lviv fue particularmente intenso, con explosiones de drones Shahed cada tres minutos en el distrito ferroviario. La familia de Trushova se refugió en un paso subterráneo de la estación de trenes, en una repetición angustiosa de lo ocurrido en Kyiv, con la ciudad iluminada por la explosión constante de los drones.
En su labor social, Anna Trushova ha producido varios cortometrajes, uno de los cuales relata la historia de Victoria Andrusha, una joven maestra de 24 años secuestrada por las fuerzas rusas en su propia casa. La organización que representa documenta desde el inicio de la guerra la detención de civiles, una categoría especial según los Convenios de Ginebra, que no deben ser considerados prisioneros.
Desde 2022, su organización fue una de las primeras en llegar a las zonas liberadas de Kyiv y Cherníhiv, recopilando y defendiendo legalmente los casos de cientos de civiles detenidos por las fuerzas rusas. Entre estos casos, se encuentran obreros, docentes, activistas y profesionales tecnológicos, todos víctimas del conflicto y de las violaciones a sus derechos humanos.
Trushova enfatizó que su trabajo busca divulgar estas historias a través de los medios internacionales, para que el mundo conozca la magnitud de la barbarie. Actualmente, hay más de siete mil civiles secuestrados por Rusia, en condiciones inhumanas en cárceles rusas. Muchas veces, ni siquiera se les permite salir al patio, están amontonados en celdas de apenas cuatro metros cuadrados y sin acceso a atención médica.
Los detenidos son sometidos a torturas, incluyendo descargas eléctricas y golpes brutales. Se les obliga a cantar el himno ruso y viven en aislamiento absoluto, sin comunicación ni acceso a información. La denuncia de estas prácticas es fundamental para visibilizar la gravedad de la situación.
Ante la posibilidad de negociaciones con Rusia, Trushova aseguró que organizaciones como la suya iniciaron campañas como People First, que exige la liberación de todos los civiles secuestrados antes de cualquier acuerdo de paz. La activista hizo un llamado a la sociedad civil y a la comunidad internacional para apoyar esta causa, que busca garantizar que los civiles no sean moneda de cambio en una guerra que aún no termina.
Finalmente, recordó que Ucrania representa la línea de defensa del mundo libre y su bastión frente a la amenaza del autoritarismo y la agresión. La lucha de los civiles y defensores como ella continúa, con la esperanza de que la justicia y la libertad prevalezcan en medio del caos.